En la agitación de mi vida, si es que se le puede llamar de agitación, entré a la arena del circo. Un circo esplendoroso que depara sorpresas hasta para los actores, trapecistas y payasos. No hay público para aplaudir ni propina a la salida. Actuamos para nosotros mismos.
No conocía a nadie, ahora conozco el bien y el mal. No me doy cuenta y he roto las reglas de la sociedad, intentando enjaular las fieras de mi zoológico. Mis reglas siguen intactas aunque mi pasado lo niegue, mi presente lo dude y mi futuro lo afirme.
Mi lado solemne, mi lado amable, mi lado Romeo, han sido asaltados, no fue posible anotar la placa, solamente bajé las defensas, cerré los ojos y salté en lo oscuro. Todavía sigo volando. La poción mágica no ha perdido su potencia. Sacudí la tristeza y se inició un proceso irreversible. No fue golpe, no fue sucesión, es fiesta. Volví a sacudir la tristeza.
Me acomodo como anillo al dedo, así como acomodo mis verdades, corrientes tumultuosas que anegan mi existencia. Me salta el lado aventurero, explorador, lleno de fantasías, invariablemente alborotadas. Todavía no comprendo la espontaneidad, tampoco control-alt-delete, sin embargo, asumo la función de para rayos. No se porqué, no sé cuando, sólo me dedico a presionar las teclas que me parecen sacadas aleatoriamente del océano como peces de las redes.
Puede que sean las Pléyades o el Cinturón de Orión, es probable que 18 Conejo esté detrás de esta conspiración cósmica, pero la prognosis es inefable, el sentimiento es directamente proporcional al placer.
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