El teléfono tocó y una voz femenina muy cansada susurró: “el
Jefe se encuentra aquí, señor”
Entró por la puerta con autoridad, me miró, muy convencido de
su petición y me dijo: “Tiene que ser el más alto…” Claro que sí! le respondí, estamos
trabajando en eso, señor.
No había en la época, una construcción habitada más alta de
1,228.00 m con 236 pisos, pero el dictador de ese país quería una torre que
llegara más alto, que tocara el cielo. Somos en la actualidad, 15 billones de
habitantes y existen ciudades con hasta 112 millones de seres humanos, sin
contar con las mascotas, claro está. Hemos crecido 40 veces de lo que teníamos
en el Siglo XXI.
Los recursos naturales son muy valorizados y existen más de
7000 mil rascacielos en una ciudad mediana. Para tornar los servicios básicos,
como agua, luz, teléfono, etc., accesibles a todos los urbanoides, y
considerando la plusvalía de los terrenos vírgenes, las ciudades se
desarrollaron también verticalmente.
Los Jefes de Estado actuales, se dieron cuenta muy tarde de
que lo que afectaba a los países pequeños, se replicaba con mayor intensidad en
los países “galácticos”. Ahora, el racionamiento de la lluvia se ha restringido
a los países que están en época de verano. El agua, el sol y el viento, son los
mayores bienes que una nación puede contar.
En la Liga Galáctica, hay ocho naciones que mantienen una
reserva considerable de energía renovable y deciden como distribuirla, conforme
a sus intereses, obviamente.
Me entretuve toda la semana en este reto. Cómo realizar algo
diferente en esta selva de rascacielos, separados apenas por centímetros en
algunos casos. No había salido humo blanco todavía. Revisando mis libros,
encontré uno donde hablaba de la belleza,
extinta de la Tierra algunas décadas atrás.
Tuvo que ser sacrificada para darle paso a la racionalidad. Sin embargo, la creatividad se reproducía
exponencialmente. Era parte del día a día de la familia terrestre. Los valores ahora,
son en función de las minorías, como los discapacitados: ciegos, sordos,
miembros inferiores, miembros superiores, etc., prácticamente, actualmente en
pleno Siglo XXX un miembro en cada familia tiene alguna incapacidad.
Probamos todas las alternativas estructurales posibles para
conseguir que un edificio “llegara al cielo”, sin embargo, no podíamos superar
los edificios existentes, faltaba una nueva forma de ver las cosas, las mejores
soluciones son siempre las más sencillas.
El dictador dio un plazo impostergable: en tres días quería
ver el edificio. La presión psicológica acostumbra ser un elemento detonante
para tomar acción. Nos pusimos a trabajar en algo que era imposible,
aparentemente.
Llegado el día y la hora, no tardamos mucho en llegar al
sitio escogido. Escoltados por naves espaciales y motocicletas magnéticas,
apartando del camino cualquier obstáculo, atravesamos la ciudad directo al las
reservas naturales, reducidas a un 10% de tierra firme del globo.
Eran las 11:00 pm, con el cielo totalmente despejado,
acompañados por Orión en el horizonte y divisando la mancha urbana de la Luna,
convertida en planeta dormitorio. Estacionamos frente a un valle, que se
divisaba desde lo alto y tomamos un control remoto.
El dictador buscaba la edificación por todos lados, miraba
hacia el cielo, hacia los lados, al valle, en fin, y se estaba poniendo
furioso, entre tanto, me concentre en revisar los circuitos una vez más, para
asegurarme de que todo estaba en su lugar.
Antes de que estallara en cólera el megalómano, apreté el
botón de encendido del control que estaba en mis manos y simultáneamente, más
de doce mil reflectores de 3 KVa de potencia cada uno, clavados en el suelo,
formando un cuadrado perfecto en planta, se iluminaron, haciendo llegar al
cielo un paralelepípedo de luz, con una visión asombrosa desde el punto que
estábamos apreciando el espectáculo.
Las personas que nos acompañaban, no dijeron una sola
palabra. Admiraban la edificación más alta del mundo. El cielo estaba ahora al
alcance de nuestras manos, pasó a formar parte de la ciudad, sin embargo, no
podíamos tocarlo. Ironías de la vida.