No me siento anclado, después de todo me puedo moverme y removerme. Cada mañana, cuando abro mis ojos, me es imposible escapar al deseo de vivir la vida, ese lugar que tan dulce y tan amargo.
Puedo llevar mi cuerpo y cambiarlo de lugar, a donde vaya tengo que ir con él. No puedo dejarlo allí donde está para irme por otro lado. No me puedo esconder. Como dice Michel Focault, mi cuerpo es lo contrario de la utopía, es el lugar absoluto, es un pequeño fragmento del Universo donde implacablemente me materializo. Es al lugar donde estoy condenado.
Moreno, alto, bonito y sensual, la imagen que me trasmite el espejo. Cada día cambia esa imagen, dependiendo del filtro de mi cabeza o de la rejilla de mi ánimo. Podrá existir un cuerpo sin cuerpo? Limpio, transparente, veloz, protegido, colosal?
Persistir a través del tiempo, solamente con la ayuda del alma. A veces, ella se escapa pero invariablemente regresa. Se escapa para soñar mirando a través de mis ojos. Permanece siempre joven y saludable, ágil y fresca, mismo en este cuerpo discapacitado y sin equilibrio.
Tengo que reconocer que mi cuerpo no se entrega fácilmente. Lucha, sueña y tiene fantasías en lugares que mi propia alma no se imagina. Ambos, cuerpo y alma, se entienden con razones que la propia razón desconoce.
Ahora sé muy bien lo que es ser escrutado de la cabeza a los pies, o de la cabeza a las ruedas, me sorprendo cuando menos me lo espero, parece que ando desnudo. Sólo me delata el espejo y me vuelvo arquitectura fantástica y ruinosa a la vez.
Mi cuerpo, soberano todavía, sirve de referencia para el mundo: arriba, abajo, derecha, izquierda, aquí, allá. Pretencioso. Cuerpo sin alma, también es cuerpo? Ocupa un lugar o un espacio?