<Pastel y crayola sobre papel, 8 x 11"> |
Todos los viernes, un grupo de amigos nos juntamos en torno
de una mesa. Pero no es cualquier mesa, es la mesa del Dominó. Es un escenario
que tiene sus propias reglas. Generalmente, llegamos de 5 a 7 aleros. Somos 4
jugando y a veces hasta 3 esperando. La mesa toma vida, salen dos, entran dos.
Nos degladiamos para mantenernos en ella.
No se apuesta nada, no se habla, el juego es mudo,
entretanto, se conversa sobre todo. Un clima de cordialidad invade el ambiente.
Todos nos conocemos, algunos llevan más de dos décadas con el mismo ritual.
Muchos ya dejaron este mundo y juegan en medio de las nubes. Casi todos, ex
rotarios.
La mesa es de vidrio templado color bronce, de 1.00m x 1.00 m aproximadamente y 1/2” de espesor, aguanta el impacto de las fichas de marfil. Sí, las fichas no
se colocan, se estrellan. El juego no tiene nada de pasivo. Las fichas se
piensan, se acarician y se estampan con firmeza en el laberinto que avanza en la mesa.
Se bebe y se fuma. Ron, cerveza, cola y agua es lo que
inunda el ambiente. Todos fumamos, cigarro y puro. Los cigarros se intercambian
con los ceniceros, en una mesa que todo encaja perfectamente: las fichas, los
apoyos de las fichas, hechos en madera de laurel, los ceniceros de vidrio cargados de colillas, los cigarros, la bebida
de cada uno y la libreta para anotar los puntos.
Hacemos bromas, se grita, se vocifera, se putea. De la
estrategia no se menciona nada, al menos aparentemente. Se colocan los asuntos
en día, se hacen negocios, hablamos de todo.
El juego no tiene nada de infantil, no es sólo de poner el número
que está en las puntas. Es lleno de estrategias, reglas, puntos y cálculos matemáticos.
Las fichas se cuentan, se intenta hacer
pasar al adversario y ayudar a tu compañero cuando él es mano. Todos excelentes
jugadores, de campeonato, algún día los
alcanzo.
A la hora de la cena, hacemos una pausa y compartimos los
alimentos. Degustamos la comida, hecha por alguno de ellos. Costillas de cerdo, camarones al curry,
churrasco, cada viernes es un menú gourmet. La mejor manera de crear comunidad
es celebrar la comida. Eso hacemos.
Al final, después de casi 8 horas jugando, partimos a casa con el
espíritu en paz. Esto para mí es una terapia.