No se me escapa la ironía del tiempo, ese inevitable día atrás de otro. Esta realidad la interpretaban los mayas como una lucha del Sol con los demás astros, durante la noche, en la que el astro Rey, salía vencedor a cada mañana. Este libreto sin actores principales fingiremos que no existe.
Me refiero hoy al tema de saber y valorizar lo que tenemos, no de propiedad, sino de sentimientos en función del tiempo. Cada vez que cumplimos años, nuestros padres nos recuerdan cuando nacimos. Son historias que ya sabemos de memoria pero nos gusta volverlas a escuchar por los protagonistas.
Nos miramos en una metamorfosis kafkiana, no ambulante - la de Raúl Seixas - sino la de Gregorio Samsa. En qué momento las cosas se transforman? Este es el reino de la temporalidad.
La nobleza, valor intrínseco de la especie humana, amplia cada detalle de nuestras vidas. El primer beso, la primera vez, el primer bebé, el primer mes, el primer año, el primer carro, en fin, la imaginación nos lleva a escenarios nunca antes navegados.
Escuchando los reclamos de mi conciencia y amparándome en lo impredecible, no cuento con el futuro, sin embargo, si valorizo el pasado. Mi permanente estabilidad por momentos se torna un mito, siendo el silencio su principal manifestación. Es necesario tender puentes con las personas que nos quieren, que sean resistentes a derrumbes o terremotos, para que nos ayuden en este camino por terrenos resbaladizos, literalmente.
Podemos conmemorar un día, una semana, un mes, un año, pero la intensidad de este aniversario va ser medida por la pasión que lleve consigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario