31 julio 2009

Medicamento

El miércoles pasado fuimos con mi madre al HE a recoger el Betaferon. Ya se me había olvidado el trámite y el "clima" del mayor centro asistencial del país. Como todas las veces anteriores, salimos a las 5:10 am, todavía oscuro. En el camino fue clareando y al llegar al portón principal, después de 20 minutos de camino, ya estaba totalmente claro el día.

Entramos sin ninguna dificultad y nos estacionamos facilmente. Nos dirigimos a la clínica y era el tercero en la fila. Nos sentamos y estuvimos charlando con mi madre sobre varios temas y en algunos momentos de silencio, observaba el drama de las personas que estaban en el corredor.

Mrs. Coffee estaba por ahí, con su acostumbrada manía de organizar, informar y regañar a las personas que se le acercaban. Es impresionante cómo la gente anda desorientada. No hay información en el HE. El corredor de Neurología - enfermedades del coco - como dicen los pacientes, continua limpio, iluminado y en cierta forma tranquilo, sin aglomeración de gente y casi todos sentados.

A las 7:00 am comenzó el doctor a atender. Los dos primeros salieron rápido, luego tocó mi turno. No estaba muy contento el galeno, estaba como contrariado. No cambiamos más que un par de palabras y salí con la receta. Nos dirigimos a pagar en la tesorería y a las 7:30 ya estábamos en Farmacia.

No esperamos más que 15 minutos y una doctora muy gentil nos atendió amablemente. Una vez con las 15 dosis del Betaferon, para un mes exacto, salimos al estacionamiento. Nos tardamos en salir pues dejaron los carros muy pegados al nuestro, me imagino por el escaso estacionamiento y en represalia por haber quitado un puesto de algún doctor inmortal. Sin embargo, lo pude sacar con cierta facilidad.

A las 8:00 am ya estábamos tomando café con mi madre, contentos porque todo salio muy bien, como siempre. Luego, ella me pidió que le acompañara para unas diligencias y a pesar de tener cosas que hacer fui con ella. Tenía que arreglar el pasaje de regreso de mi sobrina, Nacxit, a Virginia y hacerse una radiografía en el Hospital Viera.

No regresé tan tarde a casa y me sentí bien por haber accedido a acompañarla. En el Hospital Viera, encontré mucha gente conocida y comparé casi sin querer, ambas situaciones. Los dramas humanos son los mismos, lo que cambia es el lugar, pero el sufrimiento de los pacientes y sus familiares es el mismo.

Me he levantado muy temprano estos días y me he sentido con un poquito de sueño, pero no fatigado. No me molesta ese sueñito. Tal vez porque he desarrollado actividades que me agradan. El jueves estuve, casi todo el día, en una excelente reunión sobre la Fundación Ecológica de Tegucigalpa, realizada en el Hotel Clarión. Presté mucha atención y estoy entusiasmado a colaborar hasta donde me lo permitan.

Los problemas que he sentido esta semana son dos: el primero, es la falta de equilibrio. Tengo que estar alerta para no tropezar con nada, y en segundo lugar, estoy caminando despacio. Lo he notado cuando camino con alguna persona de mi lado. Confieso que me da pena, sin embargo, no acelero el paso pues puedo caer y sería incomodo besar el suelo.

Para finalizar, quiero mencionar que el buen estado de ánimo permanece intacto. Siento que algunas cosas se han acomodado en mi cabeza, como piezas de un engranaje, y espero que este status se mantenga por más tiempo.

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