Cuando leo algo relacionado con la EM, por lo general, veo una
historia personal contada por alguien que sufre o tiene este padecimiento. A
rigor, cada uno tiene una experiencia diferente, síntomas, tratamientos y
reacciones distintas, por eso se llama en múltiple, sin embargo, hay
cosas que no imaginamos, que nos ayudan a solventar algunos problemas.
Claro que también hay investigaciones serias y hechos fidedignos
que vale la pena conocer, bibliografía especializada que nos hace entender que
tan lejos estamos de curar la EM. Pero a veces es importante simplemente
compartir una historia personal.
Este invierno ha sido muy frio. Me ha caído bien, eso sí, me baño
con agua caliente, bañarse con agua fría es como baño de avión, solo las alas y
el motor. El termómetro se comporta bien y al parecer esta semana continuará bajando algunos grados. Resultado: siento que la espasticidad ha reducido su agresividad.
Me parece que los extremos ultrapasan el límite del bienestar muscular.
Ese contraste por las mañanas, con el agua caliente, reactiva los músculos
y puede ser tan efectiva que afecta hasta los huesos y baja las plumas. La
piscina ha sido descartada temporalmente. Si bien es excelente para la relajación
del cuerpo, el agua está muy fría. No tengo un dato de la temperatura como parámetro,
pero el cuerpo podría entrar en hipotermia o pescar una gripe fuerte, el caldo
más caro que los frijoles.
Podría resumir mis síntomas, hoy en día, a la espasticidad y a la falta
de fuerza en las piernas. Puedo combatir la primera, la otra no. Mantener
relajado el cuerpo sin fatigarse se ha tornado un reto, un desafío. Los
medicamentos no han tenido el resultado esperado, me refiero principalmente al
Baclofen. En mi organismo no ha dado resultado, además que matricularse con un
remedio es muy caro, ya basta con el interferón y el diclofenaco.
De todas maneras, el objetivo es solamente uno: combatir la espasticidad. Dicho de otra forma, más
amena, es la prioridad número uno. Todos tenemos actividades que hacer, sin importar que cosas afectan nuestro rendimiento. Eso es
el motor de la individualidad. Tenemos veinticuatro horas para dividir en estas
actividades, según nuestras prioridades, y si lo extrapolamos, hay 365 días para medir esos cambios o esas tendencias. Por mientras, nos dedicaremos a leer un poco que hay por ahí para desechar lo que no
nos parezca y aprovechar lo que sea útil.
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