Foto del grupo en mi casa - diciembre de 2008
He estado lejos de la computadora desde hace días. Apenas y reviso mis correos. Tengo la carpeta de pendientes llena de mails sin responder. Desde el lunes 7 de septiembre, cuando comenzaron las clases en la Universidad, he estado mas ocupado y activo que nunca.
Al mismo tiempo, muy sentido por la inesperada partida de Mauricio. Acompañé su agonía desde el jueves 10, hasta su muerte el lunes 14. Como es de rigor, el luto, el entierro y las misas para despedirlo fueron necesarias para comprender su pérdida. Difícil de asimilar.
Es la segunda persona cercana a mí que fallece. Primero mi padre, que nos dejó hace 4 años y ahora, Limoncito. Inevitablemente, nos hace repensar en la vida. A pedido de mis amigos, me tocó decir unas palabras escritas por Sandra C., también parte del grupo de 5 parejas que nos reunimos todos los sábados. Al final, no aguanté y se me quebarantó la voz. Éramos buenos amigos.
Tantas cosas en qué ocuparme que se no he tenido tiempo de pensar en mi EM. Pero ella no me ha olvidado. Con el cambio del medicamento no he tenido ninguna reacción diferente. Sigo aplicándolo religiosamente día de por medio. Me cuesta admitirlo, pero, no hay cambios significativos en mi condición física.
Por un lado, han cesado los hormigueos y el adormecimiento de las extremidades cuando permanezco en una misma posición por mucho tiempo, sin embargo, siento incomodidad al quedarme algún tiempo de pie o sentado en una superficie dura. Para caminar, hay momentos que lo hago con facilidad, siempre con el bastón. Otras veces, lo hago muy despacio, pues la pierna izquierda me cuesta levantarla.
Puede ser el calor que está castigando Tegucigalpa o el stress por la desaparición de Mauricio o por el ejercicio de subir nuevamente cuatro pisos para dar clases y estar de pie durante algunas horas, no sé realmente, pero no todos los días son iguales. Gracias a Dios y a la cafeína, no me he quedado ningún día abatido en la cama. Hay una fuerza que me levanta y me duerme cada día.
No soy esclavo de los examenes médicos, de resonancias, de laboratorios, ni de tomar la presión siquiera. Puede ser que sea esclavo de disfrutar la vida. Hago mis responsabilidades y lo que me gusta. Busco el equilibrio emocional y tomo mi interferon. Nada más. Probablemente esté equivocado, no en tanto, tengo una paz de espíritu, como si no tuviera deudas.
Aunque nos cueste admitirlo, los días pasan uno atrás de otro y con ellos se nos va un poco de nuestra energía cósmica, hasta que exhalamos el último suspiro. Todo ese viaje, depende de nosotros, que tan estimulante y reconfortante sea. Un poco de buena suerte no está demás. Comparado con la muerte, todos los problemas desaparecen, se reducen a su mínima expresión, entonces, porqué preocuparse tanto con ellos?
La EM no mata per se, es decir, no necesito preocuparme por ella directamente. Mi salud anda bien para un adulto de 45 años, un poco de panza, pero sin poder ejercitarme, nunca me voy a deshacer de ella. Así vamos tocando la vida, entre problemas rutinarios, alegrías, cafés, cuidados de la ecología, amistades y servicio voluntario.
A decir verdad, sigo muy de cerca los consejos sobre vivir cada día como si fuera el último. Todavía tengo 999 cosas que me falta hacer y cada vez que tengo oportunidad voy disminuyendo la lista, así como, la aumento sin importarme si podré conseguir todo lo que quiero. Siempre hay algo que nos calma el espíritu, que no nos deja desesperarnos. En mi caso las Cosas Bellas de la vida son suficientes.
Cada día encuentro personas que me preguntan porqué ando con bastón. Respondo con mucha naturalidad que tengo EM. Algunos no entienden pero me tomo unos minutos para explicar. Infelizmente, Tegucigalpa no es una ciudad que tenga condiciones para quien no tiene condiciones. Pero no por eso me quedo encapsulado. No puedo negar que el apoyo de todos ustedes ha sido un factor fundamental para sobrellevar esta cruz.
De una u otra forma, he percibido muestras de amistad sincera de todos mis amigos y amigas. Me esfuerzo en retribuir esas muestras y así, en ese intercambio invisible vamos construyendo puentes y conexiones imaginarios que perduran en nuestros corazones.
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