Acabo de ver la película española “Mar adentro” (2004) dirigida por Alejandro Amenábar y protagonizada por Javier Bardem. Todos los elogios y premios recibidos no son exagerados. La obra recibió 14 premios Goya, dos premios en los Premios del Cine Europeo, Gran Premio del Jurado y la Copa Volpi al mejor actor (Javier Bardem), que interpreta a Ramón Sampedro. La lista de premios no termina aquí, recibió un Oscar, un Globo de Oro y un Independet Spirit Award, los tres en la categoría de mejor película extranjera.
Mar adentro narra la historia real de Ramón Sampedro, un español que quedó cuadripléjico después de un accidente cuando se zambullía en el mar. Durante 29 años fue atendido por su familia y luchó por el derecho a "morir con dignidad".
Llevó su caso ante los tribunales españoles en 1993 para lograr la legalidad de la eutanasia, pero su petición fue denegada. Se desarrolla entonces todo un debate sobre el tema con la participación de la Iglesia, la familia y las leyes.
La película de Amenábar es de una calidad narrativa suprema. Una de las escenas antológicas es cuando aparece la figura de la Iglesia, representada por un sacerdote también tetrapléjico, que decide visitar a Sampedro. Las escaleras al segundo piso, donde vive el protagonista, son muy estrechas y no permiten que la silla de ruedas del padre pueda pasar. Los dos se comunican a través de un seminarista, que corre de un piso a otro haciendo un álbum con expresiones faciales, a veces tensas, a veces ansiosas, pero siempre confusas, como si fuera a hundirse en una profunda crisis existencial y religiosa. Terminan, el sacerdote y Sampedro, hablando a gritos y sin mediación, bajo el silencio absoluto de la familia de Sampedro y la mirada atónita de los seminaristas.
Julia, abogada que se hace cargo del caso de Ramón, trata de llevar la discusión y la legitimación de la defensa en un plan racional, de forma individual y no dogmática. Julia es también el canal entre la vida y la poesía. Escriben un libro juntos, fuman un cigarrillo entre ambos, se desdoblan entre fantasías sexuales imposibles, deseos, frustraciones y la muerte como una meta.
Momentos de tensión, momentos tiernos, la imposibilidad del movimiento, la esclavitud de la familia y el buen humor están delicadamente bien dosificados.
“Mar adentro
Mar adentro
y en la ingravidez del fondo
donde se cumplen los sueños,
se juntan dos voluntades
para cumplir un deseo,
tu mirada y mi mirada
como un eco repitiendo sin palabras
más adentro, más adentro,
hasta el más allá del todo
por la sangre y por los huesos
pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos”
A mí también me encantó esa película, que llega al alma después de haber seguido el caso de Sampedro durante tantos años.
ResponderEliminar