Probablemente la
palabra más fea en español. Significa aplazar o diferir. Dicho de otro modo y
para que todos tengamos la misma perspectiva, es dejar de hacer lo más
importante por lo menos importante. Explico mejor, si tenemos que hacer una
tarea, un proyecto o una diligencia, hacemos cualquier otra cosa para no
hacerla, lavamos el carro, arreglamos el closet, limpiamos el armario, en fin,
aprovechamos el tiempo, pero en cosas que no interesan.
La dilación ha
existido desde el comienzo de la civilización. Figuras históricas como
Heródoto, Leonardo Da Vinci, Pablo Picasso, Benjamín Franklin, Eleanor
Roosevelt y cientos de otros han hablado sobre cómo empujar con la barriga es
enemiga numero uno de los buenos resultados.
Una de mis citas
favoritas sobre la procrastinación es de Abraham Lincoln: "No se puede
escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy". Es decir, el
pavo no pasa del 24 de diciembre. Este es el verdadero mal que ataca a nuestras
sociedades, principalmente a los alumnos.
Lo curioso de la
procrastinación es que todos sabemos que es perjudicial. ¿A quién le gusta
escapar de las responsabilidades? ¡A nadie! No conozco a ninguna persona que se
enorgullezca de hacer eso. Sin embargo, la dilación está presente en mi vida,
aunque no quiera. Cuando se posterga algo, se puede sentir mejor durante un
corto tiempo, pero nos lamentaremos a largo plazo.
Realmente no
importa por qué dilatamos los tiempos. La misma entrega del viernes será la del
lunes, decía un maestro. Toda la razón. Algunos aman la presión de los plazos. Otros,
tienen miedo de fallar, así que posponen las cosas hasta el último momento. Una
cosa que todos los procrastinadores tienen en común es que se paga un alto
precio por esta mala costumbre.
Un estudio hecho
por Tice, D. y Baumeister, R. de la American
Psychological Society, advierte que la procrastinación está relacionada con
la depresión, con creencias irracionales, con la baja autoestima, con la ansiedad
y con el protagonista de nuestras vidas, el estrés.
Obviamente que no
es un comportamiento tan inocente como parece. Es una señal de mala planificación
personal. Incluso, algunos científicos la relacionan con el abuso de alcohol y las
drogas. Bueno, ya son palabras mayores. No creo que lleguemos a tanto, pero los
especialistas tienen sus teorías y saben del asunto.
Mi vida
profesional, desde que me recuerdo, ha sido una eterna lucha, tipo Ying-Yang,
en términos de comenzar y terminar un trabajo o una tarea. He logrado en parte
vencer la procrastinación, pero asumo paladinamente, a veces he fallado y no es por culpa de la EM. La
dilación es un vicio que simplemente nos atrapa y nos envuelve, casi que nos
puede tragar.
No es algo que uno
se pueda sacudir fácilmente. Cada vez que la persona tiene una idea o un
objetivo, comienza bien, pero en el camino las cosas van tomando otro rumbo,
sino se enfoca puede caer en el caos total. Abandonar el objetivo. Abortar la
misión.
Las
distracciones, los amigos, las reuniones, incluso nuevas ideas se interpondrán
en el camino. Los resultados son siempre los mismos: nunca hacemos lo que
debemos.
Nos divertimos
haciendo otras tareas, hasta las disfrutamos, pero la presión aumenta y nos
obliga a trabajar, ni siempre divirtiéndonos con lo que tenemos que hacer. Perdemos
la motivación que teníamos al inicio. Algo paradójico, al inicio estamos
motivados, en medio del camino, nos distraemos, y al final, la presión es
tanta, que completamos las tareas a regañadientes, cuando no abandonamos lo que
planificamos con tanto entusiasmo.
Pensamos que somos
genios, con solo el autocontrol y la fuerza de voluntad, podemos hacer lo
que nos proponemos, sí claro, escribiré un libro en un mes. Esto vale para los
objetivos grandes y pequeños, la verdad no importa el tamaño de nuestros
objetivos. Puede afectarnos desde pagar una factura hasta construir una casa. No
importa lo que tratamos hacer, siempre se puede esperar. Es como, “no dejes
para mañana, lo que puedes hacer pasado mañana.”
¿En qué momento
dejamos de ser productivos? Siempre se comienza con algo tan sencillo como ver el
Instagram, Facebook o Twitter, por un par de minutos. Cuando percibimos, hemos
dilatado el tiempo de trabajo que ya es la hora de comer, ir al baño o asistir
a una reunión. En nuestro interior, una voz dice: “última vez que pierdo tiempo”.
Pobre ingenuidad.
Para nuestra felicidad
hay un antídoto llamado fuerza de voluntad. En mi caso, no es tan fuerte como
pienso. Como ya lo mencioné en otro post, mis debilidades son más fuertes que
yo. El secreto es hacerme la vida más fácil, no más difícil.
Finalmente, nada
importará sino tienes un impulso interno, una voz interior que te de ánimo.
Intenta, inventa. Finge demencia. Las tareas se vuelven soportables. Si te
distraes, vuelve a lo que estabas haciendo, no importa cuantas veces. La
disciplina puede costar algunos sacrificios, pero al final te dará la sensación
del deber cumplido, realmente. Solo uno lo va a disfrutar. Después a correr para el
abrazo.
Entonces, piensa
por qué haces lo que haces y luego elimina las distracciones. Ahora, a trabajar
que ya me distraje bastante.
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