22 abril 2009

Venus

Haciendo un paréntesis en mi vanidad y desgracia personal, comparto con ustedes mis queridos amig@s, este espectáculo celeste: la inminente ocultación de Venus por la Luna. 

Me levanté a las 4:30 am para poder observar este fenómeno de excepcional belleza. Fui picado por un enjambre de mosquitos que viven en el frondoso jardin, xodó de mi mujer, pero valió la pena. Tomé alrededor de 50 fotos, de las cuales sólo 2 están más o menos y se las presento en esta edición. 

Infelizmente, no pude apreciar la lluvia de meteoros de las Líridas. La verdad, estaba tan impresionado con la conjunción que quedé satisfecho con este regalo divino. En dirección al Este, justo arriba de las palmeras y de los napoleones (bouganvilles) de mi casa, Venus y la Luna creciente flotaban en el cielo, uno al lado de la otra, tan cerca que parecia que iban a tocarse. De pronto, 30 minutos después, ambos astros desaparecian por la luz del amanecer. 

Hoy, miércoles 22 de abril, pasa por la Tierra (que hoy es su día) una corriente de polvo cometario, que da inicio a la lluvia anual de meteoros llamada Líridas. Al mismo tiempo, la Luna, en fase creciente y Venus, conciden en el cielo. Claro, depende donde estemos ubicados para apreciar este paisaje. La fuente de la lluvia de meteoros es el cometa Thatcher. Cada año, a finales de abril, la Tierra pasa a través de la traza de residuos que deja el cometa. Partículas de polvo de cometa, la mayoría apenas más grandes que un grano de arena, chocan contra la atmósfera terrestre, que avanza a 177.000 km/h (110.000 mph); es por eso que las partículas se desintegran y generan tenues y veloces haces de luz. Un meteoro Lírida típico produce de 10 a 20 meteoros por hora sobre el cielo del hemisferio norte de la Tierra, lo cual no es un despliegue particularmente intenso. Sin embargo, en ciertas ocasiones, la Tierra pasa a través de una región densa de la traza del cometa y la tasa de meteoros aumenta (es de cinco a diez veces más alta). 

Para mí, Venus y la Luna son aún más hermosos cuando brillan en el cielo azulado del amanecer, la Luna, con su fase creciente justo al lado del brillante Venus, me alegró el día. Por momentos, sentía que se me cerraban los ojos de tanto sueño, pero valió la pena. Me di cuenta de lo insignificante que somos y lo afortunado que fui al presenciar esta cita.

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