11 enero 2017

Solo ando viendo

Cuando leo algo relacionado con la EM, por lo general, veo una historia personal contada por alguien que sufre o tiene este padecimiento. A rigor, cada uno tiene una experiencia diferente, síntomas, tratamientos y reacciones distintas, por eso se llama en múltiple, sin embargo, hay cosas que no imaginamos, que nos ayudan a solventar algunos problemas.

Claro que también hay investigaciones serias y hechos fidedignos que vale la pena conocer, bibliografía especializada que nos hace entender que tan lejos estamos de curar la EM. Pero a veces es importante simplemente compartir una historia personal.

Este invierno ha sido muy frio. Me ha caído bien, eso sí, me baño con agua caliente, bañarse con agua fría es como baño de avión, solo las alas y el motor. El termómetro se comporta bien y al parecer esta semana continuará bajando algunos grados. Resultado: siento que la espasticidad ha reducido su agresividad. Me parece que los extremos ultrapasan el límite del bienestar muscular.

Ese contraste por las mañanas, con el agua caliente, reactiva los músculos y puede ser tan efectiva que afecta hasta los huesos y baja las plumas. La piscina ha sido descartada temporalmente. Si bien es excelente para la relajación del cuerpo, el agua está muy fría. No tengo un dato de la temperatura como parámetro, pero el cuerpo podría entrar en hipotermia o pescar una gripe fuerte, el caldo más caro que los frijoles.

Podría resumir mis síntomas, hoy en día, a la espasticidad y a la falta de fuerza en las piernas. Puedo combatir la primera, la otra no. Mantener relajado el cuerpo sin fatigarse se ha tornado un reto, un desafío. Los medicamentos no han tenido el resultado esperado, me refiero principalmente al Baclofen. En mi organismo no ha dado resultado, además que matricularse con un remedio es muy caro, ya basta con el interferón y el diclofenaco.


De todas maneras, el objetivo es solamente uno: combatir la espasticidad. Dicho de otra forma, más amena, es la prioridad número uno. Todos tenemos actividades que hacer, sin importar que cosas afectan nuestro rendimiento. Eso es el motor de la individualidad. Tenemos veinticuatro horas para dividir en estas actividades, según nuestras prioridades, y si lo extrapolamos, hay 365 días para medir esos cambios o esas tendencias. Por mientras, nos dedicaremos a leer un poco que hay por ahí para desechar lo que no nos parezca y aprovechar lo que sea útil. 

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